sábado, 6 de octubre de 2007

EL ALMA, LA MUERTE Y EL MÁS ALLÁ

Preámbulo
El propósito de este trabajo es presentar y analizar, a grandes rasgos, la idea que, a lo largo de la evolución cultural de la humanidad, ha tenido el hombre desde que tuvo la capacidad de razonar y preocuparse del de la religión, del misterio de la muerte y hacerse la pregunta fundamental sobre la existencia de un alma y de si habría otra vida después de la muerte .


Es difícil conocer las ideas que tuvo el hombre primitivo sobre su propia naturaleza, la de su alma y del misterio de la muerte, el que sin duda lo intrigó desde que tuvo capacidad de razonar, Desde un principio concibió la existencia de un espíritu inmaterial e inmortal que seguía viviendo una segunda existencia en el mismo lugar en que había vivido cerca de los hombres, creyéndose que permanecía unida al cuerpo, encerrada con él en la tumba, teniendo las mismas necesidades que el difunto, lo que se tradujo en la costumbre ritual de dejar en ella objetos que suponían podría necesitar en su vida junto al difunto, tales como vestidos, armas y vasijas, además de vino y alimentos, que le servirían en el sepulcro igual como lo habían hecho en vida.

Considerar el alma como una sustancia inmaterial es difícil de aceptar, pues la experiencia, interna o externa, dan base en para creer en su existencia. Sin embargo, y pese a esto, hombre ha mantenido siempre un consentimiento universal sobre la existencia, naturaleza y destino del alma.

Un hecho que lo debe haber llevado a creer en la existencia del alma debe haber sido, seguramente, el fenómeno de la muerte, que para el hombre primitivo es como un sueño eterno; el hombre, muerto o dormido, permanece inmóvil por la ausencia definitiva o temporal del alma. De este modo el sueño y la muerte habrían dado lugar a la admisión de la existencia del alma, como principio que anima al cuerpo, iniciándose nuevas costumbres y apareciendo las primeras culturas en Egipto, Asiria, Caldea, India, China, etc. Ya en los primeros tiempos históricos, en las que basados en esta creencia aparecen nuevos sentimientos religiosos y normas morales de conducta.

Otra concepción bastante generalizada ha sido la que considera el alma como la sustancia inmaterial que anima a todos los seres vivos, y que puede pasar, sucesivamente, a diferentes cuerpos de la misma o diferente especie. Es la idea de la metempsicosis, o reencarnación, aún en boga en el budismo y otras religiones de la India, aunque el mundo occidental la ha abandonado.

El materialismo niega la existencia del alma y afirma que las más elevadas formas del espíritu, y con ellas la conciencia, son meros productos de los fenómenos físicos y fisiológicos: la materia puede llegar a pensar, sin necesidad de suponer en ella, otro principio o realidad.

La muerte y el culto a los muertos
Las creencias en el alma dieron origen al culto de los muertos en todas las culturas de la humanidad hasta el presente ya que, conforme evoluciona, van apareciendo el animismo, primer sentimiento religioso; luego concebirá el tótem y el tabú, y se empezarán a construir los primeros monumentos funerarios y religiosos –mastabas, pirámides y templos monumentales-.

Los egipcios, 40 siglos aC., creían en la inmortalidad del alma. Colocaban bajo el brazo del cadáver en su tumba, el Libro de los Muertos, para que el difunto hiciera la defensa de su vida y de sus obras, para salvarse al ser juzgada ante Osiris.

Los antiguos griegos recogen, al igual que otros pueblos, esta creencia colocando una moneda bajo la lengua de los cadáveres, para pagar su pasaje a Caronte que, en su barquilla, hará atravesar sus almas la Laguna Estigia y las llevará a los Campos Elíseos.

La idea de la muerte y de la destructibilidad del cuerpo después de ésta y que ello el sentimiento de que esto podría no ser el fin de todo dio origen en el hombre primitivo, al culto a los muertos, práctica que se remonta a remotos tiempos prehistóricos, cuando para los primeros seres humanos empezó a tener algún sentido la idea, vaga y rudimentaria, de la existencia de algo inmaterial cuya naturaleza no le debe haber sido fácil imaginar; a lo que más tarde llamarían alma,

Esta creencia fue, seguramente, lo que los impulsó a respetar los cadáveres, suponiendo que el alma acostumbraba morar en la tumba y rondar en torno a su antigua vivienda; creían también que aquella tenía las mismas necesidades que en vida había tenido el difunto, las que debía atender la familia del extinto, so pena de que el alma, que suponían tenía grandes poderes, pudiere atraerles diversos males si no era atendida como correspondía.

Este respeto reverencial hacia los muertos se vería reflejado, primero, en su inhumación en cuevas o en rústicas fosas abiertas en la tierra y, luego, en la construcción de las primeras tumbas y sepulcros, el desarrollo de ritos funerarios y unas no muy claras concepciones sobre la existencia de un más allá -otra vida misteriosa después de la muerte- ideas que evolucionaron a lo largo de milenios, dando origen a distintas concepciones religiosas.

Esto parece haber sido el origen del culto a los muertos, entre cuyos ritos más comunes estaba en proveer al difunto, además de una adecuada sepultura, de comida, bebida, vestidos y otros elementos que requeriría su alma en su fúnebre morada. Estas prácticas, y en especial la creencia sobre la existencia de otra vida después de la muerte, evolucionaron con el paso de los tiempos, hasta convertirse en cultos que dieron origen, progresivamente, a distintas creencias religiosas, sin desaparecer hasta el día de hoy, en que la mayor parte de la gente cree que el alma de los difuntos, o su espíritu, sigue viviendo eternamente.

Con el transcurso de los siglos y hasta nuestros días, el culto a los muertos permanece y se le encuentra asociado en especial a las religiones e instituciones sociales, siendo objeto de ritos y ceremonias a veces de gran complejidad y pompa. Esto se puede apreciar en la actualidad en las ceremonias funerarias con que se sepultan los difuntos según los ritos establecidos por las diferentes religiones y sectas religiosas, en las que participa un número importante de deudos y amigos del extinto, los que luego acompañan a la urna funeraria hasta el camposanto.

Este culto llega a tener su más alta expresión durante la Edad Antigua, ya
en la época histórica, en las grandes civilizaciones que se desarrollaron en los valles del río Nilo, en Africa, y de los ríos Éufrates y Tigris en Mesopotamia.

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Sepulcros y sepulturas
En Europa Occidental, durante el segundo milenio AC se practica, por primera vez, la incineración de los cadáveres siendo interesante mencionar los hallazgos en Europa Central, en Aunjetitz, (Bohemia septentrional) y las llamadas tumbas reales de Leubingen (Sajonia); en que estos sepulcros, sus grandes estructuras de madera, así como las tumbas de piedra en Schringsberge (Helmsdorg), adquieren notable importancia para la historia de la arquitectura, ya que permiten conclusiones trascendentes sobre la técnica constructiva de aquella época, tan desarrollada que incluso se conocía ya la verdadera bóveda. En general, las regiones de Europa Central muestran un cuadro cultural bastante homogéneo durante la edad media del bronce, llamadas también tumbas con túmulos; a finales de dicha edad, durante el período de las necrópolis con urnas, la vida de estos lugares experimenta una profunda transformación debida, acaso, a la aparición de un nuevo pueblo agrícola que irrumpe en Europa, de origen desconocido, pero procedente del sudeste.

En Italia, el neolítico, que se desarrolló sin solución de continuidad desde el período anterior a la piedra pulimentada, integra tres ciclos culturales: el suralpino, el itálico y el siciliano. El rito sepulcral en ellos fue siempre la inhumación o entierro. En Sicilia, las épocas del neolítico y del bronce están representadas por poblados y cámaras sepulcrales excavados en la roca blanca, en los que se han encontrado huellas de una primera cerámica pintada, unos pocos objetos de bronce y muchos útiles de piedra que pertenecen al tercer milenio AC y que coinciden con los períodos del minoico primitivo de Creta y las primeras ciudades troyanas

En la isla de Chipre, en el Mediterráneo oriental, llamada también la “isla del cobre” por la abundancia que en ella había de este metal, las tumbas consistían en excavaciones rectangulares alargadas, en las que los cadáveres se colocaban extendidos en el suelo, cubiertos por una losa horizontal, o bien, en una excavación lateral cerrada por un bloque vertical; las más antiguas contenían ofrendas metálicas consistentes en objetos de cobre puro, al que pronto se agregó una débil cantidad de estaño obteniéndose un bronce que, por mucho tiempo, fue mejor que las aleaciones usadas en los bronces europeos.

Las ofrendas de cerámica depositadas en las sepulturas, consistían en curiosas piezas tales como vasos, dobles y triples, jarros con la boca en forma de picos de animales, fusayolas , parecidas a las troyanas y de muchos otros tipos. También hubo un período micénico en Chipre, tan rico en objetos de oro que sólo fue superado por los hallazgos en la propia Micenas; gracias a los objetos de importación procedentes de Grecia, pudo formarse en Chipre una escuela local greco-micénico-chipriota, que recibió también influencias egipcias y mesopotámicas.

Otra isla del Mediterráneo, la de Creta, en el hecho formó un mundo aparte, y en el archipiélago egeo, floreció una espléndida civilización llamada cultura cicládica o de las islas Cícladas, aproximadamente entre los años 3000 al 1700 AC. En las sepulturas cicládicas se han encontrado diversos tipos de ajuares funerarios: armas y útiles de bronce, obsidiana, adornos y objetos de plata y plomo, cerámica y vasos e ídolos de mármol.

En estas islas aparece un material nuevo, el mármol, de gran calidad y abundancia en Grecia, que constituirá un elemento insustituible y eterno para las creaciones artísticas del género humano. El tema principal de estos primitivos trabajos en mármol fue la figura femenina desnuda cuya presencia, en calidad de ofrenda en las sepulturas, se debía, en opinión de muchos entendidos, a la primitiva idea de la “esposa funeraria”, o sea, la de sacrificar a la mujer en el sepulcro del marido, práctica usual en muchos pueblos orientales, la que aún estuvo en boga hasta un pasado relativamente reciente, en países como la India.



El culto a los muertos en Egipto
En Africa, durante el neolítico, las sepulturas encontradas, por lo general colectivas, son fosas abiertas en la tierra, en las que aparecen los esqueletos encogidos y descansando sobre el costado izquierdo, con la cabeza vuelta hacia el sur y, en torno suyo, se encuentran las vasijas con provisiones para la otra vida, instrumentos de piedra y una gran variedad de objetos. Desde un punto de vista cultural, se solía considerar al mundo africano como un continente totalmente aislado de los demás, lo que no es así en absoluto. Seis o siete milenios antes de la era cristiana, los africanos prehistóricos ya apacentaban cabras y corderos y, más tarde, ganado bovino, desarrollándose así las primeras culturas y poblados con carácter permanente a lo largo de los grandes ríos, como fue el caso de Egipto y el Nilo.

Es de destacar que los primitivos egipcios, ya en los tiempos históricos, superaron a todos los pueblos contemporáneos en lo que se refiere al culto a sus muertos. Influidos por sus creencias religiosas erigieron a sus difuntos tumbas en las que apenas se percibe el paso del tiempo los que, en su deseo de conservar sus cuerpos, descubrieron hace más de 6.000 años el arte de embalsamar; además, para protegerlos de los peligros del viaje al más allá, protegían el cadáver con amuletos. Por último, se conducía el cadáver a su última morada, acompañado de los cantos fúnebres de su familia y de plañideras.

De acuerdo con sus creencias, el muerto debía comparecer ante el tribunal del dios Osiris para declararse inocente de pecados y conocer lo que sería su vida futura. En esta creencia se encuentra el primer antecedente de que el destino de los difuntos depende de su conducta en la Tierra. Siglos más tarde, esta noción de la responsabilidad personal del hombre por sus actos durante su vida, aún sería desconocida por otros pueblos, como los babilonios y asirios para los que, tanto justos como pecadores, descendían al sombrío reino de los muertos.

Los que pasaban con éxito la prueba del tribunal de Osiris tenían derecho a la vida eterna, aunque seguían amenazados por ciertos peligros, de los que tenían que defenderse con fórmulas mágicas que se escribían en el sarcófago y en las paredes de las tumbas. Con el tiempo, ellas fueron recopiladas en lo que se llamó El Libro de los Muertos, que se colocaba en la tumba, junto al difunto. Además, para que éste pudiera tener una vida agradable en el más allá, dejaban en su tumba tinajas de pan y vino y otros víveres y, para contribuir a la comodidad material del desaparecido, se decoraban las paredes de la tumba con pinturas y frisos esculpidos representando escenas que al parecer, según se creía, se convertirían en realidad en el otro mundo.
Gracias al respeto de los egipcios por lo antiguo El Libro de los Muertos se convirtió, poco a poco, en un espejo que refleja todas las etapas por las que pasó la religión egipcia, desde la época en que el pueblo era aún muy primitivo, hasta que el poder de os faraones comenzó a declinar. Para que el egipcio distinguido, después de su muerte, no se viera obligado a trabajar, se colocaban en su tumba figurillas de madera representando diversos oficios y animales domésticos, así como modelos reducidos de casas y embarcaciones, rodeándose al difunto de un mundo artificial, que representaba lo que era la vida cotidiana del antiguo Egipto.
Los egipcios no reconocían la igualdad ante la muerte. No sólo existía una diferencia social, sino también religiosa entre el rico, al abrigo de su tumba, protegido contra los chacales y demás alimañas del desierto, y el pobre, que no tenía dinero para embalsamar su cuerpo. Los restos de este último, enterrados sin sarcófago a un metro bajo las arenas del desierto, pronto eran víctimas del paso del tiempo y no podían, por tanto, participar de la felicidad del más allá. Los menos acomodados trabajaban con ahínco para reunir el dinero que les permitiera tener unos funerales adecuados o para reservarse, al menos, un lugar en las tumbas colectivas que emprendedores contratistas hacían excavar en las rocas.
La época de las grandes construcciones comenzó hacia 2.700 AC con la II Dinastía, Las tumbas reales más antiguas no fueron más que profundas zanjas excavadas en el suelo, cuyas paredes se reforzaban con adobes, lo que les daba el aspecto de grutas con muros de mampostería. Ya en esa época se construían las mastabas, monumentos en forma de cajas con sus lados ligeramente inclinados hacia el interior. Podían alcanzar hasta cincuenta metros de longitud y contener unas treinta habitaciones, entre las cuales había una capilla para que los sacerdotes ofrecieran sus presentes al difunto y los parientes y amigos depositaran los alimentos a él destinados.
Más tarde las mastabas se convirtieron en tumbas reales de dimensiones mucho más grandes, como fueron las pirámides consideradas las mayores construcciones del mundo, salvo la Muralla China. Las pirámides, de las que subsisten hasta hoy unas ochenta, son consideradas como una de las maravillas del mundo antiguo. Las más grandes e impresionantes se levantan en las cercanías de El Cairo, siendo la mayor y más famosa la que construyó el faraón Keops hace más de cinco mil años Ellas, así como las mastabas, se destinaban a tumbas reales. Los faraones las construían, en primer lugar, para ellos mismos y luego para sus parientes más próximos a quienes querían honrar.
Cerca del lado oriental de la pirámide de Keops se levantan tres pequeñas pirámides destinadas a los miembros de su familia. Algo similar existe cerca de la pirámide de Micerino. Dado que las pirámides tenían que ser “moradas eternas”, fueron construidas, al igual que los templos, con materiales más resistentes que los que usaban para construir los palacios reales, que solo servían durante la vida del rey. Para estos bastaban los simples adobes. Por esta razón Egipto es considerado el país de los templos y las tumbas.
En el transcurso del tiempo, unos treinta faraones de entre los más grandes que rigieron en Egipto, fueron sepultados en el Valle de los Reyes, lejos del ruido del mundo, dando origen, a lo largo de los cincuenta kilómetros que separan a Gizeh de Menfis, a una Ciudad de los Muertos que no tiene parangón en ninguna otra parte del mundo.
Hoy no quedan más que las tumbas de los faraones Amenofis II y Tutankamón y algunas otras que escaparon al pillaje de los saqueadores. Para ellos la prohibición de acercarse a las cámaras funerarias era letra muerta, lo mismo que las amenazas grabadas en los muros de las tumbas, dirigidas a los audaces que se atrevían a violar la morada del difunto: Le capturaré como a un pájaro salvaje, y deberá responder de su fechoría delante de dios inmenso, decían leyendas amenazantes grabadas en las paredes del se sepulcro. Se aprecia, en todo caso, que no siempre hubo un culto casi religioso por los difuntos, ya que para los violadores y ladrones de tumbas fue de mayor importancia la perspectiva de hacerse con las joyas y otras especies de valor que colocaban en las tumbas sus parientes y el pueblo cuando de faraones se trataba, que el culto debido a los muertos.

Algunas consideraciones finales
De lo expuesto se puede apreciar que el culto a los muertos durante la prehistoria y. luego, durante las grandes civilizaciones históricas en la Edad Antigua, como fue en Egipto en los tiempos faraónicos, estuvo constituido por un conjunto de creencias y prácticas muy similares y relativamente comunes.

Santiago, octubre de 2005

miércoles, 5 de septiembre de 2007

VII. LOS ELORZA DE OÑATE

Una fuente importante de información para su trabajo que tuvo mi hermano Waldo,fue la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, que podría ser considerada como una versión tecnológica del cristianismo. Ésta comenzó a llevar registros genealógicos en 1873 y a construir la sede de su biblioteca principal en 1958. Extensos corredores o inmensos salones fueron excavados en la roca viva, bajo 210 metros de granito sólido, espesor capaz de resistir una explosión nuclear. Cada sala del gran depósito está repleta de cajoncitos con 18 divisiones que permiten guardar 885.400 rollos de microfotografías de 35 mm, de 33 metros de largo. Para que se tenga una idea, en un rollo caben seis listas telefónicas de la ciudad de São Paulo (2.600 cada guía, por cinco columnas cada página). Todo este material fue consultado, en copia, desde la sucursal de esta biblioteca en São Paulo, en el barrio de Caxinguí, desde donde se puede pedir un rollo, o los que sea, por el precio de 75 centavos de dólar, que no cubre ni siquiera el costo del correo, y esperar unos tres meses hasta que llegue.

En todo el planeta hay otros centros de esta Iglesia que están preparando nuevos rollos, fotografiando libros de registro civil, registro de compra y venta de esclavos, libros de diferentes religiones que se preocupan, o preocupaban de esto, de los libros de los navíos de inmigrantes, y si es posible, estas mismas copias cuando tratan de los incas, los aztecas, los griegos, los persas, los japoneses, los rusos, etc. Es una labor muy meritoria y tiene la ventaja de no cobrar por este servicio, y que no son dogmáticos, ni proselitistas, pues no exigen que el que investiga se haga miembro de su Iglesia, o algo parecido. Registran su lugar de nacimiento, las fechas, el lugar y la fecha en la que adoptaron su religión, los que así lo hicieron se casaron y fallecieron, cada una de las personas registradas, con el nombre completo, (hasta donde sea posible).

Sólo para dar una idea, se incluyen los nombres de algunos de los Elorza que aparecen en estos rollos genealógicos, durante los últimos 450 años, cuyos nombres corresponden a registros parroquiales copiados por dicha Iglesia para sus registros. He aquí algunos de los que fueron bautizados en la parroquia católica de San Sebastián, en Oñate, a partir del año 1539:

En 1540, aparece Catalina Elorza Gordejuela
En 1541, María Elorza
En 1542, María Elorza
En 1542, María Elorza Jáuregui
En 1543, Juan Elorza Elorza
En 1545, Juan Elorza Placencia
En 1552, Marcos Elorza
En 1552, Juan Elorza
En 1553, Francisco Elorza

En el archivo parroquial correspondiente al templo católico de San Miguel Arcángel, de la villa de Oñate, aparecen anotados los siguientes Elorza, que allí se bautizaron, a partir de 1560:


En 1565, María Vergara Elorza
En 1609, el 4 de octubre, Teresa Basauri Elorza
En 1615, el 11 de julio, María Basauri Elorza
En 1661, 2 de abril, José Balenzategui Elorza
En 1669, 8 de septiembre, Domingo Balenzategui Elorza
En 1699, 26 de mayo, Manuel Ascencio Balzategui Elorza
En 1699, 29 septiembre, Miguel Vicuña Elorza
En 1702, 15 de abril, Manuel Vicuña Elorza
En 1703, 12 de noviembre, Martín Balzategui Elorza
En 1775, 24 de octubre, Rafael Vicuña Cortabarría
En 1795, 17 de julio, Alejo Aramburo Elorza

En el archivo Diocesano de San Sebastián, Oñate, aparecen:

En 1894, Felisiana Elorza Zubizarreta
En 1906, Petra Elorza y Cortabarria
En 1914, Pedro Goenaga y Elorza
En 1923, María Lizarralde y Elorza
En 1924, María Luisa Elorza y Anduaga
En 1924, Catalina Zurrutuza y Elorza
En 1924, José Luis Chinchurreta y Elorza

Los bautizados en la Iglesia de San Sebastián, Oñate, Guipúzcoa, hasta 1925, fueron:

En 1690, José Elorza Galdós
En 1905, Florentino Elorza Astaburuaga
En 1911, Jesús Barrena y Elorza
En 1920, Sabina Elorza y Guridi
En 1921, Vicente Elorza y Beitía
En 1923, Dionisio Arregui y Elorza
En 1925, Alberto Ayastuy y Elorza

También se registraron algunos matrimonios celebrados en Oñate, en que se encuentran algunos apellidos Elorza.
1599, Juan de Guzidi y Magdalena de Elorza
1614, Martín de Echaverría y María San Juan Elorza
1641, Francisco de Elorza y Jimena de Coscostegui
1674, Pedro de Elorza y Francisca de Zamalloa
1805, Francisco de Elorza y Manuela Lecuona
1903, Domingo de Elorza y María Cruz de Zabaleta
1911, José Julián de Elorza y Isabel de Goronaeta
1916, José de Elorza y Gayetana María de Elorza
1917, Anastasio de Marzana y Matea de Elorza

VI. ALGUNOS ELORZA EN LA HISTORIA DE ESPAÑA

Poco después de la Batalla de las Navas de Tolosa, en 1212, fue muy conocido don Iñigo de Elorza, que poseyó mayorazgo con jurisdicciones, seguramente muy poderoso, dado haber sido "cabeza de bando", lo mismo que Luis de Elorza, hijo de Sánchez de Elorza (¿o sería Sancho?), de quien descendió Ruiz de Elorza.

Otros fueron:

*Alonso de Elorza fue Alcaide de Aguilar (seguramente en Guipúzcoa) en la época de Alonso VII.

*Lope Martín de Elorza y Ochoa, fue castellano del Castillo de Oreja, también en el reinado de Alonso VII, llamado El Emperador. Tanto este Elorza, como Don Alonso, se “unieron en lo antiguo” con los Guevara y con los Palacios ("unirse en lo antiguo", debe significar "entroncamientos pasados"), produciendo en todo tiempo señalado varones en lo militar y en lo político.

*Doña Rafaela de Elorza casó con Don García Ortega, pariente muy cercano de los Señores de Vizcaya, príncipes y reyes. Doña Rafaela era hija de Don Lope de Elorza y de Doña Mencia de Guevara.

*No mencionamos aquí en detalle ni a Doña Laura Ochoa de Elorza y Gardoqui (la que se casó con el décimo octavo Señor de Vizcaya, Don Lope Díaz de Haro), ni a Don Lucas Elorza, ni a Don Fernando Elorza, ni a muchos otros más, por habernos referido antes a ellos en otro lugar de este relato. en relación con las batallas de las Navas de Tolosa.

*Además del matrimonio entre Don Lucas Elorza y Doña Gerónima Palacios (Don Lucas fue hijo de Fernando Elorza, del que se sabe peleó en las Navas de Tolosa, en la vanguardia de las tropas cristianas a las órdenes de Don Diego López de Haro), también se unió esta familia Elorza, con la de Osorio Barburú y Rabasquiero en los siglos sucesivos, pues Don Rodrigo de Osorio, primo segundo de Don José Osorio, XXIV de Sevilla, casó con Doña María Ruiz de Elorza. Este gran caballero pasó de Guipúzcoa a Sevilla y de ahí a las guerras de Navarra, donde se destacó hacia el año de 1563 por su valor retirándose, por último a la ciudad de Barcelona donde murió siendo Capitán.

*Doña Teresa de Elorza, natural de Guipúzcoa, casó con el infanzón Don Diego de Heredia, Capitán de Corazas de Flandes.

*Don Casimiro Colona, procedente de otra familia de la República de Génova, casó con Doña Gerónima de Elorza, en la que tuvo por hijos a Don Francisco y a Doña Gerónima, que extendieron sus sucesiones por los reyes de Aragón, con ellos Don Casimiro fue Capitán de Infantería en la toma de la plaza de Loeches y asedio de Rubers (más allá de los Montes Pirineos), quien -finalizada aquella guerra- volvió a España, donde recibió el hábito de la orden militar-religiosa de Santiago.

*La casa Solar Elorza, de Oñate, dio origen, entre otros, que sería largo de enumerar, a Don Francisco de Elorza, a Don Francisco de Elorza, Inquisidor Fiscal de la ciudad de Granada, en el sur de España, después de que fueron expulsados los musulmanes.

*Así mismo, de ella provino el señor Don Diego de Elorza, enviado como Encargado de Negocios por su Majestad a los Estados de América, aunque en ninguna parte dice a cuál.

*También dio origen a Don Ignacio de Elorza, que se avecindó después en Araoz (villa vecina de Oñate), de quien descendió Don José de Elorza y Ariznavarreta, que residió en la Corte, en Toledo, el que en su esposa Doña Juana de Balzategui y Orueta, también natural de Oñate, tuvo al Señor Don Tomás de Elorza y Balzategui, que nació en Araoz, jurisdicción de Oñate, en la provincia de Guipúzcoa, que casó luego con la señora Doña María Josefa Aguirre y Lazaur, de la misma naturaleza.

*Don Tomás de Elorza y Balzategui, que ascendió mucho en la vida y casó con Doña María Josefa, procrearon al señor Francisco Antonio Elorza y Aguirre, entre otros, porque tuvieron más hijos, aunque estos no son mencionados en ninguna enciclopedia, posiblemente porque no hicieron nada importante en la vida.

*El Excmo. Señor Don Francisco Antonio Elorza y Aguirre (según datos del ESPASA) fue un general español, nacido en Oñate en 1798, que murió en 1873. En todas partes le anteponen esto de "Excmo", lo cual es debido a su calidad de Caballero de la Gran Cruz de la Real Orden Americana de Isabel la Católica. También fue Brigadier de Artillería e hizo muchas otras cosas importantes, como grandes trabajos militares, científicos e industriales.Don Francisco Antonio Elorza y Aguirre, .Mariscal de Araotz, del caserío Agerre-garaikua, destacó sobre todo por su labor de estudioso, hombre de empresa y reformador social. Fué director de varias plantas siderúrgicas y mineras en Marbella (Málaga),Pedrosa (Sevilla) y Trubia(Asturias). En ésta última se le erigió un busto en memoria de su labor, del que la familia tenía una copia que donó al Ayuntamiento para pasar a convertirse en la fuente instalada en 1880 en la Plaza de los Fueros. Fue liberal (a la española, no a la chilena) y formó en el movimiento de 1820, a favor de la Constitución de 1812, motivo por el cual fue exiliado del país. Una vez que pudo volver a su tierra, en 1844, estableció y dirigió por 20 años la Fabrica Nacional de Trubia, un prestigioso e importante establecimiento productor de cañones, proyectiles, bayonetas y pistolas de ese tiempo. Los oñatiarras, agradecidos, le levantaron una estatua, que está actualmente (1992) en una plaza de Oñati junto a una fuente.


*Don Francisco Elorza (no confundir con Don Francisco Antonio Elorza y Aguirre, nacido en Oñate), casado con Doña Luisa de Larzanguren, fue originario de Legaspia, en Guipúzcoa que está muy cerca de Oñate, (siendo parte de la rama de los Elorza) tuvieron por hija a Doña Josefa de Elorza y Larzanguren, que después se casó con don Francisco de Lardizábal, que nació aproximadamente en 1643. Ambos fueron los progenitores de Don uan Antinio de Lardizábal y Elorza, natural de Segura, que vendría a ser después uno de los miembros más brillantes en esta cofradía de los Elorza, por los puestos que ocupó y las honras que mereció.

*El mencionado Don Juan Antonio de Lardizábal y Elorza fue bachiller y destacadísimo teólogo. Por haber nacido en Segura, era del municipio de Azpeitia donde también, como se mencionó anteriormente, había nacido San Ignacio de Loyola en 1491. Azpeitia, Legaspia y Oñate, también Motrico, quedan muy próximos entre sí. Don Juan Antonio hizo sus estudios superiores en la Universidad de Salamanca, a unos 150 kilómetros al sur de Oñate, en la región de Castilla la Vieja, siendo recibido "colegial" (un título de grado superior) en San Bartolomé, en 1703. Al año siguiente se graduó en Teología. En 1705 obtuvo la Cátedra de Regencia de Artes, y en 1709 fue rector del mencionado Colegio Mayor de San Bartolomé (una especie de universidad), en la prestigiosa ciudad de Salamanca. En 1712 obtuvo la Cátedra de Súmulas en propiedad y habiendo vacado en 1717 la Canongía Magistral de Salamanca, se presentó al concurso público y la ganó, con general aplauso. Siguiendo el tiempo, en 1722 lo presenta Su Majestad El Rey (ya que en esa época, como regia el Patronato, era el Poder Civil que presentaba los candidatos a obispos) para el Obispado de Puebla de los Angeles, en el Virreinato de Nueva España (Obispado de Puebla, en México, el segundo más importante en ese virreinato, y tal vez, el tercero o cuarto en las Américas). Una vez nombrado, y antes de emprender el viaje a aquellos dominios, para lo que debía cruzar el Océano Atlántico y quizá nunca más volver a España, pasó a Guipúzcoa, para despedirse de su anciano padre, que por aquel entonces ya pasaba largo los 80 años. Tomó posesión de la Arquidiócesis de Puebla con universal satisfacción de sus administrados. Pero en los años que siguieron se vio que la extensión de esa jurisdicción era tan grande y tan tremendas las dificultades de todo orden, que ello originó que el nuevo titular, dirigiéndose al Rey y al Consejo de Indias, acompañando mapas y una pormenorizada descripción, solicitara una división de la arquidiócesis de Puebla. Sin embargo, como en aquellos tiempos las resoluciones demoraban años, en el intertanto murió el Arzobispo principal del Virreinato, en la Ciudad de México, presentando el Rey como su candidato, al más elevado puesto administrativo-religioso de las Indias de aquel entonces, al mismo don Juan Antonio de Lardizábal y Elorza, quien, desgraciadamente, también falleció poco después, en 1733.


*Pero doña Josefa Elorza y Don Francisco de Lardizábal, tuvieron seis hijos en total, y si el primero, y más destacado, fue el Arzobispo Don Juan Antonio; el segundo fue Don Miguel Francisco de Lardizábal y Elorza, señor de la Casa de Lardizábal, llamada la Mayor, que se unió en matrimonio con Doña María Ignacia de Vicuña y Plazaola, procreando ambos, entre otros, a Don José de Lardizábal y Vicuña, que fuera después brillante Licenciado en Leyes y llegara a Rector (con posterioridad de 25 años respecto de su tío Don Juan Antonio) del Colegio Mayor de San Bartolomé, en Salamanca. Fue Abogado Fiscal de la Real Audiencia y en 1758 representó a El Rey (que, por la época, debe haber sido Fernando VI) en el Concilio Provincial de Tarragona, en cuyo desempeño se distinguió notablemente.

*El tercer hijo de Don Francisco y de Doña Josefa, fue Don Martín de Lardizábal y Elorza, también colegial en el Colegio Mayor de San Bartolomé, en Salamanca.

*El cuarto hijo fue Don Francisco de Lardizábal y Elorza, que pasó a las Indias (así se decía entonces cuando alguien venía a América, como decimos ahora) en compañía de su hermano don Juan Antonio, y casó en México con Doña Isabel de Uribe y Castejón, hija de Don José de Uribe, Caballero de la Orden de Santiago y Oidor de México. (La Real Audiencia era la Corte Suprema de Justicia en cada país colonial de América Española: los oidores eran sus miembros. Ser oidor era lo que ahora se llamaría Ministro de la Corte Suprema de Justicia).

*Y los dos últimos hijos de este matrimonio singular fueron Doña Ana y Doña Antonia de Lardizábal y Elorza, que, según el lenguaje pintoresco de la época, "fueron metidas a monja", se enclaustraron "voluntariamente" como monjas franciscas del Convento de Concepción de la Villa de Segura, donde "vivieron" toda la vida, murieron y fueron enterradas en el mismo convento.

*Otro de los que figura en estos Libros Raros es Don Domingo de Elorza, vasco de Guipúzcoa también, que pasó a la ciudad de Antioquia, de la hoy República de Colombia, donde desempeñó el empleo de contador del Real Erario y casó con Doña Juana Lazcano y Taboada (hija del general Miguel Urnieta Lazcano y de Doña Ana Taborda). Don Domingo hizo que Doña Juana fuera madre de una hija, que llevó el nombre de Margarita de Elorza y Lazcano. Ser general era muy importante en esos tiempos pasados. De ahí se saltaba, o se asaltaba, al poder político. Ahora es cada vez más difícil, pues para llegar al poder se necesita de los votos, no de la violencia, de la fuerza física, material. Así es en Europa, en Estados Unidos y en Japón, en las naciones adelantadas, y tendrá que serlo en los otros países menos desarrollados también, como lo está siendo en forma creciente en los iberoamericanos.

*En el libro "Nobiliario del Reino de Navarra", de José María Duarte de Jáuregui,
página 409, se dice que en el año 1665, Don Juan López de Barrionuevo, vecino de la ciudad de Viana, en Navarra, dijo ser originario de la casa de Elorza, del el lugar de Legazpia, Provincia de Guipúzcoa, País Vasco, que era un solar de nobleza, y le correspondía la misma. Por sentencia de la Corte de Justicia, se le negó esta calidad, y por la del Consejo, se mandó darle traslado de las "Probanzas", que hizo, con inserción de las "Sentencias", para los efectos a que hubiere lugar en Derecho.

*En otro libro, "Nobleza Alavesa", de Bisanta de la Riva, se cita otro Elorza: "en la provincia de Alava, cerca de Maeztu, en la Iglesia de Ataurí, fue bautizado el 19 de marzo de 1689 Benito Martínez de Apellaniz, el que después casó con María Fernández de Oteo, el cual era hijo de Juan Martínez de Apellaniz y de Margarita de Lana, y nieto de otro Juan Martínez de Apellaniz y de María de Elorza, su abuela.

*También en la provincia de Alava, fue bautizado en la Iglesia de Adana, el 2 de mayo de 1761, Manuel Martínez de Arenaza, que después casó con Paula de Aranegui, era hijo de Vicente Martínez de Arenaza y de Tomasa Elorza, esta última natural de Oñate, en la provincia de Guipúzcoa.


*En la página inicial Nº XXI del libro "Nobiliario del Reino de Navarra", se dice también que Don Francisco de Elorza y Rada, Abad de Barascayn, nombrado por Su Majestad El Rey, es autor del libro "Nobiliario del Valle de la Valdorba", ilustrado con los escudos de armas de sus Palacios y Casas Nobles.

No es posible dejar de mencionar a un personaje que fue vecino de los Elorza de Araotz y que es uno de los oñatiarras de más fama: Lope de Aguirre. En la famosa carta, que Lope de Aguirre dirigió desde la isla Margarita a Felipe ll, declara ser vecino de Oñate. Estaba ya a punto de culminar trágicamente una de las aventuras más inverosímiles de la conquista americana. Había partido desde el Perú, siendo ya hombre maduro, en la expedición organizada por el baztanés Pedro de Urzúa en busca del mítico Dorado. Durante la azarosa e infructuosa travesía del río Marañon (Amazonas), se reveló contra Urzúa, eliminó a todos los que se le oponían, se erigió en " fuerte caudillo de los invencibles marañones" y proyectó apoderarse del Perú, lanzándose sobre este rico virreinato a través del Caribe, istmo de Panamá y Océano Pacífico. Tras sufrir infinitas penalidades, logró salir al Atlántico y arribar a la isla Margarita, donde se desnaturalizó del rey español por sus ingratitudes y crueldades para con sus vasallos en los Reinos de Indias. (Podría decirse que fue el primer grito de independencia en América).

Al pasar a tierra firme y verse paulatinamente abandonado por sus soldados, mató a su única hija Elvira, a quien idolatraba, para que no fuese "colchon de bellacos". Fue muerto el 27 de Octubre de 1561, cerca de Barquisimeto ( Venezuela).
Es, sin duda, el oñatiarra más famoso y discutido de todos los tiempos. Se han escrito numerosos ensayos, biografías, novelas, etc. acerca de este insólito personaje, aumentando su bibliografía de día en día, tanto en Europa como en América. Su figura también ha sido llevada a la T.V. y al cine. (Oñatiko Bilduma).

sábado, 25 de agosto de 2007

V. LOS VASCOS

A modo de preámbulo
Todos mis nietos y desde luego mis hijos llevan sangre vasca, ya que todos somos descendientes de mi bisabuelo materno Félix Elorza Cortabarría, que como vimos en un artículo anterior era vasco, oriundo de la villa de Oñate, en Guipúzcoa; llegó a Chile en 1856 dando origen a la familia Elorza en el país, a la que pertenecemos.

Pero… ¿quienes son los vascos? ¿Cuál es su origen? ¿Qué los caracteriza? En lo que sigue procuraré dar la información correspondiente, tomada, como en los artículos anteriores, del libro de mi hermano Waldo “Los vascos y los Elorza”

1. Los vascos... ¿de dónde?

Con gran frecuencia, por no decir siempre, cualquier mención a los vascos o a lo vasco, estará acompañada por un signo de interrogación. El origen del pueblo vasco, de dónde llegó, por qué está ahí, son interrogantes difíciles si no imposibles de dilucidar.

Según el Diccionario Enciclopédico ESPASA, un grupo humano que posteriormente fue llamado vasco. se asentó, durante la Edad Glacial, en la región comprendida entre el río Ebro y los Montes Pirineos. Por otra parte, el historiador romano Tito Livio -en el año 76 A.C.- escribía que los vascones llegaron navegando, desde el Mediterráneo, por el río Ebro,. Estos vascos se habrían quedado primero en la actual Castilla la Vieja, pasando después, en nuevas y sucesivas oleadas, a ocupar Alava, Guipúzcoa -de donde son originarios los Elorza- Vizcaya, Navarra y, cruzando los Pirineos, las regiones vascas francesas que constituyen la actual Gascogne de hoy en día. Es así muy probable que los límites de Vasconia, en lejanos tiempos antiguos, hayan sido más extendidos que en la actualidad. Según el mismo historiador Tito Livio "el territorio de los vascones empezaba en Calahorra”, al sur en la Rioja actual, región de dónde procede la familia Ayarza. Los riojanos tienen las características fisonómicas y otras propias de los vascos, que iniciaron ahí sus primeros asentamientos.

Los vocablos "Vasconia" y "vascos", con que se conoce ahora a la región y a sus habitantes, son de procedencia latina impuestos por los romanos, del mismo modo que las palabras "Arauco" y "araucanos", fueron aplicadas por los españoles para designar en Chile a los mapuches, que era el nombre que los indígenas se daban a entre ellos.

Los vascos se llaman a si mismos "éuskaros" y al país lo denominan como "Euskadi", según una denominación muy antigua. En España se les decía "vascones", pero después del Siglo XV, o posiblemente un poco antes, se les llamó "vizcaínos", como aparece con frecuencia en El Quijote.

2. La lengua vasca.
Así como para los antropólogos el origen de los vascos constituye uno de sus mayores enigmas, los lingüistas enfrentan un problema similar en cuanto a su lengua, ya que el extraño idioma que usan, constituye para aquellos un rompecabezas.

El origen de este idioma -"euskera" o "euskérica" como lo llaman los vascos- es una incógnita, habiendo fracasado todas las tentativas de clasificarlo en relación con alguna lengua europea o de cualesquiera otra parte del mundo.

Entre la lengua vasca y las de origen latino, hay una brusca separación, sin grados de transición intermedios. Los siguientes versos ilustran hasta que punto el euskera es diferente a las demás lenguas de la península y de Europa.

Ikhusten duzu golzean,
argula hasten denean,
menditho baten gainean
etche thikitho, sintzin xuri bat,
lau haitz andiren artean
tchakur, xuri bat aftean
ithurriño bat aldean?
Han bizi naiz ni bakean.

Cuya traducción al castellano es la siguiente:

¿Ves al nacer la aurora,
En lo alto de una colina
Una casita blanquísima
En medio de cuatro grandes robles,
Un perro blanco en la puerta,
Y al lado una pequeña fuente?
Allí vivo yo en paz.

El euzkera, singular sobrevivencia de un idioma primitivo, constituye una forma completamente extraña a las demás lenguas de la península y del continente. Siete siglos de vasallaje bajo castellanos y franceses, no fueron capaces de cambiar el lenguaje de los vascos.

3. El país vasco
El País Vasco tiene apenas 20.725 km², lo que es muy poco en relación con todo el territorio español, que es de 504.000 km², o con el francés, algo mayor. Los Montes Pirineos dividen el País Vasco en dos partes, la española -que es la más extensa- y la francesa. La parte española está constituida por cuatro provincias, que son: Vizcaya, Alava, Guipúzcoa y Navarra. A estas cuatro provincias vascas españolas, habría que agregar las tres pequeñas provincias del lado francés, al otro lado de los Pirineos: Labourdi, Baja Navarra y Suberoa. En la primera de ellas se encuentra el famoso balneario de Biarritz.

La población vasca total (parte francesa y parte española) es de cerca de unos 4.000.000 de habitantes, a los que habría que agregar unos 2.000.000 más que viven en Iberoamérica, especialmente en Uruguay, Chile y Argentina. En Brasil hay muy pocos, casi nada, a diferencia de los países del Cono Sur en los que, como se ha visto, hay muchos. También hay una numerosa colonia de vascos franceses en Québec (Canadá)

4. Los apellidos vascos
Los apellidos se clasifican en tres clases: Los personales, que tienen relación con cualidades, como Bueno, Galán, Bravo; la provincia o la ciudad de origen, como Navarro, Soriano, Cádiz; plantas, como Sarmiento, Castaño; alguna característica personal, como Cabezón, Gordo, etcétera. Los patronímicos, o de filiación, que constituyen la gran mayoría, terminan en la partícula "ez", que indica ser hijo de, como Fernández, hijo de Fernando; Rodríguez; Domínguez; Martínez; etc., y, por último, los toponímicos, que son apellidos que derivan de la denominación del solar familiar, siendo prácticamente los vascos los únicos que llevan apellidos toponímicos en el mundo.

Solar, o casa solariega, es la casa en la cual vive una familia, integrada, además del terreno en fue construida, por la huerta familiar con algunos árboles frutales, más una pequeña lonja de tierra para cultivar trigo u otros cereales, todo ello envuelto en una tradición ancestral que se remonta a centurias en el tiempo, lo que es una de las principales características de la familia vasca. Los solares y caseríos empezaron a aparecer en las montañas de Euskadi, cuando Don Pelayo inicia la Reconquista contra los árabes en el año 714, con el apoyo de un pequeño número de asturianos y vascos. El solar no era un castillo -o lo que se entiende por castillo- o sea, una torre defensiva rodeada de fosos y coronada de almenas, aunque ya por el siglo VIII los solares tenían muchas de las características de una casona fortificada, bastante explicable, por lo demás, dado los tiempos guerreros que se vivían.

No es imposible, pero sí difícil no encontrar un apellido vasco vinculado a la filiación ya que casi todos ellos designan el solar donde desde siempre vivió la familia. Exactamente esto es lo que ocurrió con el apellido Elorza: era el nombre del solar que por siglos había sido de la familia en la ciudad de Oñate.

Por lo general la gran mayoría de quienes llevan los apellidos vinculados a la filiación, o patronímicos, no tienen el menor parentesco entre sí. ni una línea familiar común. Con los apellidos vascos -toponímicos- no puede ocurrir esto, ya que por estar prácticamente todos vinculados a la geografía -a una determinada localidad- su origen es único: el lugar del solar de la familia.

5. Los blasones
Un tercer elemento que caracteriza a toda familia vasca -además del solar y el apellido- es el blasón o escudo de armas. Este es una especie de representación pictórica del apellido, una representación característica que diferencia una familia de otra, que se colocaba en un lugar destacado a la entrada del solar, generalmente en el frontón, (también llamado frontis ) que es un elemento clásico en arquitectura, que consiste en una sección triangular o gablete dispuesto sobre la entrada principal de un edificio.

Esta costumbre la iniciaron los visigodos, los que en sus casas fortificadas pintaban y grababan sus escudos, costumbre que pasó después a los vascos que los siguieron usando, en particular cuando empezaron a ser asociados a honores concedidos por servicios heroicos durante la reconquista del territorio ocupado por los árabes.

Los blasones y escudos de armas eran un recuerdo de heroicas hazañas guerreras y sus signos heráldicos reflejaban lo que caracterizaba a la región en aquella época, entre los siglos VIII y XI -montañas de poca altura- en las que crecían, sobre todo, pinos y encinas y donde habitaban lobos y jabalíes. Naturalmente todo esto aparece con frecuencia en los escudos. El árbol es el signo heráldico que más abunda. También se encuentran con frecuencia algunos animales como el lobo o el jabalí. Este último aparece en el blasón de los Elorza.

6. Los hidalgos.
Los Elorza eran hidalgos, hidalgos infanzones, por lo menos en los siglos anteriores al XVI. Pero... ¿qué significaba ser "hidalgo infanzón" en aquella época? En general, en la España de fines de la Edad Media, no mucha cosa... Antes, un poco más; hoy nada.

El hidalgo correspondía a una segunda categoría de nobles, o sea pertenecía a la "nobleza sin títulos". Se era noble por herencia -el linaje le venía por familia- o por haber participado activamente en la Guerra de la Reconquista se inicio el año
714 en el norte de España y concluida por los Reyes Católicos, Fernando e Isabel, con la conquista de Granada y la expulsión del último Rey Arabe, Boabdil el Chico, en el año 1492. Por esa época la mayoría de los hidalgos era pobre lo que explica, en parte al menos, los muchos de ellos que participaron en la conquista de América.
Los que lucharon o actuaron en los primeros tiempos, allá por los siglos VIII a XII, fueron premiados con el derecho a ser considerados "hidalgos", tanto ellos como sus descendientes. Esto determinó que hubiera muchos más hidalgos en el norte de España -especialmente en las Vascongadas y muy específicamente en Guipúzcoa- que en el sur, en Andalucía, por ejemplo. Los vascos tomaron muy en serio aquello de luchar contra los moros.

IV. EL APELLIDO ELORZA

Los Solares Elorza

Un Diccionario Histórico dice lo siguiente: "... La ilustre familia que se distingue en España con el apellido Elorza, trae su origen, según todos los genealogistas y cronistas, del Señorío de Vizcaya, en el cual, desde el tiempo de los primeros Señores Soberanos Don Eudón, Don Zeno, y Don Zuría, floreció este linaje en Guipúzcoa, habiendo las primeras señales de su existencia allá por los años de 864, gobernando el Reino de León, don Alonso III, llamado El Magno, conociéndose, en esa época, dos casas infanzonas de Elorza: una en la villa de Legaspia, en la provincia de Guipúzcoa, y otra en la villa de Oñate, en la misma provincia y muy cerca una de la otra, de las que apenas se reconocen fragmentos actualmente. Ambas fueron opulentas entre los siglos IX y XIII...”

Los solares de Elorza que hubo en dichas dos villas, separadas por algunos kilómetros entre si, fueron dos ramas de un mismo tronco. A pesar de estar tan próximas, o tal vez precisamente por eso mismo, la casa de los Elorza de Legazpia fue desapareciendo con el pasar de los siglos, llegando a ser mucho más importante la de Oñate, siempre en relación con el apellido Elorza. Ambas villas han tenido altos y bajos con el transcurso del tiempo.

Muy cerca de Legazpia, en la villa de Aspeitia, nació un Elorza originario de dicha casa, Don Juan Antonio de Lardizábal y Elorza, posiblemente uno de los primeros de ese apellido en pasar a América, que en 1722 fue nombrado Obispo de Puebla donde trabajó con extraordinario celo. Murió en febrero de 1733. Pero la importancia de Aspeita no deriva de esto. Es mucho más importante porque en ese pueblo nació nada menos que San Ignacio de Loyola, el fundador de los jesuitas.

La casa solariega de los Elorza, en la Villa de Oñate, seguramente tenía también su blasón, que consistía en un rectángulo, más alto que ancho, dividido en cuatro cuarteles, siendo iguales el primero y el cuarto, en fondo color de plata y cada uno con un jabalí andante de sable ; el segundo y el tercer cuarteles tenían fondo rojo (gules lo llamaban entonces) y sendas torres de oro sobre monte de piedras blancas. Exteriormente a todo esto, arriba, la parte superior de una armadura, como las que se usaron en las cruzadas, con el yelmo bajado y listo para la lucha.

Una referencia interesante en relación con los Elorza y su blasón, en Chile, es la que aparece en una crónica publicada en "El Mercurio" del día 6 de septiembre de 1975, bajo el título "De Mansión Colonial a Club Social Familiar", que incluye tres fotografías y abundante material documental, sobre la casona donde funciona actualmente el "Club Social de San Felipe", ciudad chilena de unos 40.000 habitantes, donde comienza el Norte Chico. Está situada como a unos 120 kilómetros de Santiago, que está al sur; y a unos 150 kilómetros de Illapel, que está hacia el norte. No lo dice la crónica, pero posiblemente esta casa haya sido la de don Félix Elorza Monardes, cuarto hijo del primer Elorza que se estableció en Chile.

Este club, para atender sus necesidades sociales, adquirió ese año (1975) la "Mansión de los Elorza", que en tiempos pasados fue una casa de familia, muy grande y confortable, con un amplio salón con cielo tallado, numerosas dependencias y corredores un cierto aire monacal, en cuyo frontispicio aparece el escudo de armas (una de las fotografías del artículo así lo muestra), similar al que está en el pedestal del busto al General Elorza, en Oñate: ahí se ven también los dos jabalíes y las dos torres que lo caracterizan.

Cada familia tenía gran orgullo de sus blasones. Ellos permanecían siempre indisolublemente apegados a los apellidos y a los solares, y eran transmitidos de generación en generación hereditariamente. La casa solar de Elorza, en la Villa Oñate, también tenía su blasón, que consistía en un rectángulo, más alto que ancho, dividido en tres cuarteles triangulares, siendo el del centro en fondo color de plata y cada uno con un jabalí andante de sable( ); con un jabalí en color arena. El primero y el tercer cuarteles tenían fondo de gules (rojo) y sendas jarras de oro sobre monte de piedras blancas. Exteriormente a todo esto, arriba, la parte superior de una armadura, como las que se usaron en las cruzadas, con el yelmo bajado y listo para la lucha. Todo ello rodeado de muchas plumas.

Esta descripción, que es la misma que está en todas las enciclopedias consultadas, inclusive con los colores con que aparece su diseño en algunas de ellas y coincide, casi exactamente, con el escudo de armas esculpido en el pedestal del busto esculpido en el pedestal del busto erigido en la plaza principal de Oñate -Plaza de los Fueros- en honor del general Elorza.( ).

En San Felipe, a 120 km al norte de Santiago, existe una antigua casona de estilo colonial llamada la Mansión de los Elorza, muy bien restaurada, donde hoy funciona el club social de la ciudad. Sobre el frontón de la puerta principal está esculpido el escudo familiar. La chimenea del salón principal, de madera tallada, lleva también, al medio, el escudo de los Elorza, en bronce repujado.


Algunos Elorza en la historia de España

Poco después de la Batalla de las Navas de Tolosa, en 1212, fue muy conocido don Iñigo de Elorza, que poseyó mayorazgo con jurisdicciones, seguramente muy poderoso, dado haber sido "cabeza de bando", lo mismo que Luis de Elorza, hijo de Sánchez de Elorza (¿o sería Sancho?), de quien descendió Ruiz de Elorza.

Alonso de Elorza fue Alcaide de Aguilar (seguramente en Guipúzcoa) en la época de Alonso VII.

Lope Martín de Elorza y Ochoa, fue castellano del Castillo de Oreja, también en el reinado de Alonso VII, llamado El Emperador. Tanto este Elorza, como Don Alonso, se “unieron en lo antiguo” con los Guevara y con los Palacios ("unirse en lo antiguo", debe significar "entroncamientos pasados"), produciendo en todo tiempo señalado varones en lo militar y en lo político.

Doña Rafaela de Elorza casó con Don García Ortega, pariente muy cercano de los Señores de Vizcaya, príncipes y reyes. Doña Rafaela era hija de Don Lope de Elorza y de Doña Mencia de Guevara.

No mencionamos aquí en detalle ni a Doña Laura Ochoa de Elorza y Gardoqui (la que se casó con el décimo octavo Señor de Vizcaya, Don Lope Díaz de Haro), ni a Don Lucas Elorza, ni a Don Fernando Elorza, ni a muchos otros más, por habernos referido antes a ellos en otro lugar de este relato. en relación con las batallas de las Navas de Tolosa y de Trafalgar.(¿?)

Además del matrimonio entre Don Lucas Elorza y Doña Gerónima Palacios (Don Lucas fue hijo de Fernando Elorza, del que se sabe peleó en las Navas de Tolosa, en la vanguardia de las tropas cristianas a las órdenes de Don Diego López de Haro), también se unió esta familia Elorza, con la de Osorio Barburú y Rabasquiero en los siglos sucesivos, pues Don Rodrigo de Osorio, primo segundo de Don José Osorio, XXIV de Sevilla, casó con Doña María Ruiz de Elorza. Este gran caballero pasó de Guipúzcoa a Sevilla y de ahí a las guerras de Navarra, donde se destacó hacia el año de 1563 por su valor retirándose, por último a la ciudad de Barcelona donde murió siendo Capitán.

Doña Teresa de Elorza, natural de Guipúzcoa, casó con el infanzón Don Diego de Heredia, Capitán de Corazas de Flandes.

Don Casimiro Colona, procedente de otra familia de la República de Génova, casó con Doña Gerónima de Elorza, en la que tuvo por hijos a Don Francisco y a Doña Gerónima, que extendieron sus sucesiones por los reyes de Aragón, con ellos Don Casimiro fue Capitán de Infantería en la toma de la plaza de Loeches y asedio de Rubers (más allá de los Montes Pirineos), quien -finalizada aquella guerra- volvió a España, donde recibió el hábito de la orden militar-religiosa de Santiago.

La casa Solar Elorza, de Oñate, dio origen, entre otros, que sería largo de enumerar, a Don Francisco de Elorza, a Don Francisco de Elorza, Inquisidor Fiscal de la ciudad de Granada, en el sur de España, después de que fueron expulsados los musulmanes.

También de ella provino el señor Don Diego de Elorza, enviado como Encargado de Negocios por su Majestad a los Estados de América, aunque en ninguna parte dice a cuál.

También dio origen a Don Ignacio de Elorza, que se avecindó después en Araoz (villa vecina de Oñate), de quien descendió Don José de Elorza y Ariznavarreta, que residió en la Corte, en Toledo, el que en su esposa Doña Juana de Balzategui y Orueta, también natural de Oñate, tuvo al Señor Don Tomás de Elorza y Balzategui, que nació en Araoz, jurisdicción de Oñate, en la provincia de Guipúzcoa, que casó luego con la señora Doña María Josefa Aguirre y Lazaur, de la misma naturaleza.

Don Tomás de Elorza y Balzategui, que ascendió mucho en la vida y casó con Doña María Josefa, procrearon al señor Francisco Antonio Elorza y Aguirre, entre otros, porque tuvieron más hijos, aunque estos no son mencionados en ninguna enciclopedia, posiblemente porque no hicieron nada importante en la vida.

El Excmo. Señor Don Francisco Antonio Elorza y Aguirre (según datos del ESPASA) fue un general español, nacido en Oñate en 1798, que murió en 1873. En todas partes le anteponen esto de "Excmo", lo cual es debido a su calidad de Caballero de la Gran Cruz de la Real Orden Americana de Isabel la Católica. También fue Brigadier de Artillería e hizo muchas otras cosas importantes, como grandes trabajos militares, científicos e industriales.Don Francisco Antonio Elorza y Aguirre, .Mariscal de Araotz, del caserío Agerre-garaikua, destacó sobre todo por su labor de estudioso, hombre de empresa y reformador social. Fué director de varias plantas siderúrgicas y mineras en Marbella (Málaga),Pedrosa (Sevilla) y Trubia(Asturias). En ésta última se le erigió un busto en memoria de su labor, del que la familia tenía una copia que donó al Ayuntamiento para pasar a convertirse en la fuente instalada en 1880 en la Plaza de los Fueros. Fue liberal (a la española, no a la chilena) y formó en el movimiento de 1820, a favor de la Constitución de 1812, motivo por el cual fue exiliado del país. Una vez que pudo volver a su tierra, en 1844, estableció y dirigió por 20 años la Fabrica Nacional de Trubia, un prestigioso e importante establecimiento productor de cañones, proyectiles, bayonetas y pistolas de ese tiempo. Los oñatiarras, agradecidos, le levantaron una estatua, que está actualmente (1992) en una plaza de Oñati junto a una fuente.

Don Francisco Elorza (no confundir con Don Francisco Antonio Elorza y Aguirre, nacido en Oñate), casado con Doña Luisa de Larzanguren, fue originario de Legaspia, en Guipúzcoa que está muy cerca de Oñate, (siendo parte de la rama de los Elorza) tuvieron por hija a Doña Josefa de Elorza y Larzanguren, que después se casó con don Francisco de Lardizábal, que nació aproximadamente en 1643. Ambos fueron los progenitores de Don uan Antinio de Lardizábal y Elorza, natural de Segura, que vendría a ser después uno de los miembros más brillantes en esta cofradía de los Elorza, por los puestos que ocupó y las honras que mereció.

El mencionado Don Juan Antonio de Lardizábal y Elorza fue bachiller y destacadísimo teólogo. Por haber nacido en Segura, era del municipio de Azpeitia donde también, como se mencionó anteriormente, había nacido San Ignacio de Loyola en 1491. Azpeitia, Legaspia y Oñate, también Motrico, quedan muy próximos entre sí. Don Juan Antonio hizo sus estudios superiores en la Universidad de Salamanca, a unos 150 kilómetros al sur de Oñate, en la región de Castilla la Vieja, siendo recibido "colegial" (un título de grado superior) en San Bartolomé, en 1703. Al año siguiente se graduó en Teología. En 1705 obtuvo la Cátedra de Regencia de Artes, y en 1709 fue rector del mencionado Colegio Mayor de San Bartolomé (una especie de universidad), en la prestigiosa ciudad de Salamanca. En 1712 obtuvo la Cátedra de Súmulas en propiedad y habiendo vacado en 1717 la Canongía Magistral de Salamanca, se presentó al concurso público y la ganó, con general aplauso. Siguiendo el tiempo, en 1722 lo presenta Su Majestad El Rey (ya que en esa época, como regia el Patronato, era el Poder Civil que presentaba los candidatos a obispos) para el Obispado de Puebla de los Angeles, en el Virreinato de Nueva España (Obispado de Puebla, en México, el segundo más importante en ese virreinato, y tal vez, el tercero o cuarto en las Américas). Una vez nombrado, y antes de emprender el viaje a aquellos dominios, para lo que debía cruzar el Océano Atlántico y quizá nunca más volver a España, pasó a Guipúzcoa, para despedirse de su anciano padre, que por aquel entonces ya pasaba largo los 80 años. Tomó posesión de la Arquidiócesis de Puebla con universal satisfacción de sus administrados. Pero en los años que siguieron se vio que la extensión de esa jurisdicción era tan grande y tan tremendas las dificultades de todo orden, que ello originó que el nuevo titular, dirigiéndose al Rey y al Consejo de Indias, acompañando mapas y una pormenorizada descripción, solicitara una división de la arquidiócesis de Puebla. Sin embargo, como en aquellos tiempos las resoluciones demoraban años, en el intertanto murió el Arzobispo principal del Virreinato, en la Ciudad de México, presentando el Rey como su candidato, al más elevado puesto administrativo-religioso de las Indias de aquel entonces, al mismo don Juan Antonio de Lardizábal y Elorza, quien, desgraciadamente, también falleció poco después, en 1733.

Pero doña Josefa Elorza y Don Francisco de Lardizábal, tuvieron seis hijos en total, y si el primero, y más destacado, fue el Arzobispo Don Juan Antonio; el segundo fue Don Miguel Francisco de Lardizábal y Elorza, señor de la Casa de Lardizábal, llamada la Mayor, que se unió en matrimonio con Doña María Ignacia de Vicuña y Plazaola, procreando ambos, entre otros, a Don José de Lardizábal y Vicuña, que fuera después brillante Licenciado en Leyes y llegara a Rector (con posterioridad de 25 años respecto de su tío Don Juan Antonio) del Colegio Mayor de San Bartolomé, en Salamanca. Fue Abogado Fiscal de la Real Audiencia y en 1758 representó a El Rey (que, por la época, debe haber sido Fernando VI) en el Concilio Provincial de Tarragona, en cuyo desempeño se distinguió notablemente.

El tercer hijo de Don Francisco y de Doña Josefa, fue Don Martín de Lardizábal y Elorza, también colegial en el Colegio Mayor de San Bartolomé, en Salamanca.

El cuarto hijo fue Don Francisco de Lardizábal y Elorza, que pasó a las Indias (así se decía entonces cuando alguien venía a América, como decimos ahora) en compañía de su hermano don Juan Antonio, y casó en México con Doña Isabel de Uribe y Castejón, hija de Don José de Uribe, Caballero de la Orden de Santiago y Oidor de México. (La Real Audiencia era la Corte Suprema de Justicia en cada país colonial de América Española: los oidores eran sus miembros. Ser oidor era lo que ahora se llamaría Ministro de la Corte Suprema de Justicia).

Y los dos últimos hijos de este matrimonio singular fueron Doña Ana y Doña Antonia de Lardizábal y Elorza, que, según el lenguaje pintoresco de la época, "fueron metidas a monja", se enclaustraron "voluntariamente" como monjas franciscas del Convento de Concepción de la Villa de Segura, donde "vivieron" toda la vida, murieron y fueron enterradas en el mismo convento.

Otro de los que figura en estos Libros Raros es Don Domingo de Elorza, vasco de Guipúzcoa también, que pasó a la ciudad de Antioquia, de la hoy República de Colombia, donde desempeñó el empleo de contador del Real Erario y casó con Doña Juana Lazcano y Taboada (hija del general Miguel Urnieta Lazcano y de Doña Ana Taborda). Don Domingo hizo que Doña Juana fuera madre de una hija, que llevó el nombre de Margarita de Elorza y Lazcano. Ser general era muy importante en esos tiempos pasados. De ahí se saltaba, o se asaltaba, al poder político. Ahora es cada vez más difícil, pues para llegar al poder se necesita de los votos, no de la violencia, de la fuerza física, material. Así es en Europa, en Estados Unidos y en Japón, en las naciones adelantadas, y tendrá que serlo en los otros países menos desarrollados también, como lo está siendo en forma creciente en los iberoamericanos.

En el libro "Nobiliario del Reino de Navarra", de José María Duarte de Jáuregui, página 409, se dice que en el año 1665, Don Juan López de Barrionuevo, vecino de la ciudad de Viana, en Navarra, dijo ser originario de la casa de Elorza, del el lugar de Legazpia, Provincia de Guipúzcoa, País Vasco, que era un solar de nobleza, y le correspondía la misma. Por sentencia de la Corte de Justicia, se le negó esta calidad, y por la del Consejo, se mandó darle traslado de las "Probanzas", que hizo, con inserción de las "Sentencias", para los efectos a que hubiere lugar en Derecho.

En otro libro, "Nobleza Alavesa", de Bisanta de la Riva, se cita otro Elorza: "en la provincia de Alava, cerca de Maeztu, en la Iglesia de Ataurí, fue bautizado el 19 de marzo de 1689 Benito Martínez de Apellaniz, el que después casó con María Fernández de Oteo, el cual era hijo de Juan Martínez de Apellaniz y de Margarita de Lana, y nieto de otro Juan Martínez de Apellaniz y de María de Elorza, su abuela.

También en la provincia de Alava, fue bautizado en la Iglesia de Adana, el 2 de mayo de 1761, Manuel Martínez de Arenaza, que después casó con Paula de Aranegui, era hijo de Vicente Martínez de Arenaza y de Tomasa Elorza, esta última natural de Oñate, en la provincia de Guipúzcoa.


En la página inicial Nº XXI del libro "Nobiliario del Reino de Navarra", se dice también que Don Francisco de Elorza y Rada, Abad de Barascayn, nombrado por Su Majestad El Rey, es autor del libro "Nobiliario del Valle de la Valdorba", ilustrado con los escudos de armas de sus Palacios y Casas Nobles.

No es posible dejar de mencionar a un personaje que fue vecino de los Elorza de Araotz y que es uno de los personajes oñatiarras de más fama: Lope de Aguirre. En la famosa carta, que Lope de Aguirre dirigió desde la isla Margarita a Felipe ll, declara ser vecino de Oñate. Estaba ya a punto de culminar trágicamente una de las aventuras más inverosímiles de la conquista americana. Había partido desde el Perú, siendo ya hombre maduro, en la expedición organizada por el baztanés Pedro de Urzua en busca del mítico Dorado. Durante la azarosa e infructuosa travesía del río Marañon (Amazonas), se reveló contra Urzua, eliminó a todos los que se le oponían, se erigió en " fuerte caudillo de los invencibles marañones" y proyectó apoderarse del Perú, lanzándose sobre este rico virreinato a través del Caribe, istmo de Panamá y Océano Pacífico. Tras sufrir infinitas penalidades, logró salir al Atlántico y arribar a la isla Margarita, donde se desnaturalizó del rey español por sus ingratitudes y crueldades para con sus vasallos en los Reinos de Indias. (Podría decirse que fue el primer grito de independencia en América).

Al pasar a tierra firme y verse paulatinamente abandonado por sus soldados, mató a su única hija Elvira, a quien idolatraba, para que no fuese "colchon de bellacos". Fue muerto el 27 de Octubre de 1561, cerca de Barquisimeto ( Venezuela).

Es, sin duda, el oñatiarra más famoso y discutido de todos los tiempos. Se han escrito numerosos ensayos, biografías, novelas, etc. acerca de este insólito personaje, aumentando su bibliografía de día en día, tanto en Europa como en América. Su figura también ha sido llevada a la T.V. y al cine. (Oñatiko Bilduma).

III. MI TIO ENRIQUE

Mi bisabuelo materno, Felix Elorza Cortabarría, nació en 1835 en la villa de Oñate, provincia de Guipúzcoa de Vasconia, al norte de España. Fueron sus padres don Joaquín Elorza Mendizábal y doña María Josefa de Cortabarría. Muy joven quedó huérfano de padre. Felix Elorza Cortabarría es el tatara tataraabuelo o chozno de Uds.

Llegó a Chile en 1858, cumplidos los 27 años, estableciéndose en La Serena, donde se casó con doña Juana Díaz con quien tuvo tres hijos: Francisco, mi abuelo materno; Enrique, mi tío abuelo aventurero, y Felisa, la única mujer. Luego se trasladó a Mincha, pequeña ciudad de la Región de Atacama, donde desarrollo toda su vida familiar e industrial.


1. La sed de viajar
Enrique Elorza Díaz nació en La Serena en 1865 y vivió en Mincha toda su infancia. Al parecer todo su sueño de juventud era viajar por América, idea que su padre, ya viudo y vuelto a casar, vio con simpatía. Enrique tenía 23 ó 24 años cuando a fines de 1888, o principios de 1889, partió con un grupo de amigos, todos montados en mula, siguiendo más o menos la misma ruta que había seguido don Diego de Almagro, cuando vino desde el Perú, en 1536.

La caravana cruzó el desierto de Atacama, que es uno de los más inhóspitos lugares del planeta, donde nunca llueve, con calores enormes durante el día y fríos tremendos en la noche, con las piernas metidas hasta las rodillas en una arena fina que más parece polvo de talco. Todo esto para cruzar Los Andes hacia Argentina, por donde ahora está el ferrocarril de Antofagasta a Salta. Parece ser que el grupo pasó la frontera por el portezuelo de Socompa, a más de 4.000 metros de altura.

Esta fue la última vez en su vida que Enrique vio y pisó la tierra donde había nacido, pues jamás volvió a Chile

2. El Periplo de Enrique
Ya en Argentina anduvieron por las provincias de Salta y de Jujuy. Cruzaron el Río Bermejo y entraron a Bolivia, donde tuvieron dificultades con los indios que los mantuvieron presos varios días. Atravesaron, navegando, el Lago Titicaca y entraron en Perú. Tanto aquí, como en Bolivia, usaron llamas para cargar las maletas, mientras ellos iban a pie, no siendo posible usarlas para transportarlos, porque la carga máxima que estos animalitos pueden soportar, no pasa de los 40 kilos.

Enrique se separó de sus compañeros en el Perú, y de ahí siguió solo para recorrer Ecuador, Colombia, cada uno de los países de América Central, México, Estados Unidos en la parte de los Montes Rocallosos, que no es otra cosa que la continuación de la Cordillera de los Andes, o sea recorrió los Estados de California, Arizona, Nuevo México, Colorado y finalmente todo el territorio de Alaska, pocos años después de que fuera vendido por la Rusia de los Zares a los Estados Unidos.

Cuando se le acabó el continente, volvió para atrás y, al llegar a Panamá, Enrique estuvo un tiempo trabajando en la construcción del Canal cuando estaba dirigida por Lesseps. Ganaba una libra esterlina por día, lo que para la época era mucho dinero. Sin embargo la dureza del trabajo lo justificaba

3. Enrique se traslada a Brasil

De Panamá Enrique viajó a Costa Rica. De aquí el y varios compañeros con los que había hecho amistad en este país, decidieron viajar a Brasil. Tomaron un barco que cruzó el Mar de las Antillas, paró en Venezuela y en las Guayanas, llegando a Brasil en 1892. Desembarcó en el puerto de Santos donde se separó de sus compañeros. instalándose en la zona de Araraquarense, es decir dentro del Estado de São Paulo (principal productor de café en aquellos años.

Enrique era un hombre culto, leía mucho, sabía de muchas cosas, aunque nunca tuvo una educación formal. En cuanto a sus creencias o ideas políticas solamente existen indicios -no pruebas- de que perteneció a la masonería. Políticamente le interesaban las ideas socialistas y solía hablar de socialismo. Su pensamiento político era de izquierda, debido tal vez por su admiración por el régimen republicano en Brasil y por que los principales líderes del republicanismo eran masones, como Quintino Bocaiuva, Francisco Glicerio, Lobo, y otros, a tal punto que la revolución republicana era casi una revolución masónica.

4. La familia de Enrique en Brasil
Sin duda que su establecimiento definitivo en el país estuvo influido fundamentalmente por su matrimonio con Asunta Lizi, que había nacido el 25 de abril de 1880, en Toscana (Italia), cerca de Florencia. Se casaron en 1894, cuando Asunta tenía solamente 14 años y Enrique ya había cumplido los 29. El matrimonio de Asunta y Enrique funcionó bien; salvo algunas peleas domésticas, generalmente de poca monta. Tuvieron 12 hijos, entre 1895, en que nació el primero, Enrique Elorza Filho, y la última, que fue Zoraida, nacida el 23 de noviembre de 1921.)

Enrique y su familia siempre vivieron en el Estado de São Paulo, principalmente en las pequeñas ciudades o poblados de Boa Esperanza, Ibitinga, Batalla y Pirajuí, situadas a unos 400 kilómetros de la capital, en plena zona cafetera. Fue en esta zona donde Enrique Elorza Díaz vivió dos tercios de su vida, justo en el centro del Estado de São Paulo, zona que se llama la Alta Araraquara.

5. Algunas características personales de Enrique

No perdió las del vasco, como raza, ni las del chileno, como nacionalidad. Tal vez lo que más define al vasco es la "cabeza dura", es la "teimosía", es ir siempre por el mismo camino. Enrique siempre vistió de negro, que ya en esos tiempos nadie usaba, pero que él usó hasta su muerte. Tenía una personalidad extraordinariamente fuerte. A la luz de todos los que lo veían era un excéntrico.

Sólo se sentaba a la mesa de chaqueta y corbata, y no permitía que nadie hablara durante la comida. No fue hombre abierto con sus hijos. No concedió a ellos una libertad de pensamiento y una independencia personal que él mismo se tomó ya a los 23 años, pues no se sabe que haya tenido dificultades con su padre para salir de Chile, recorrer todo el continente americano y establecerse definitivamente en Brasil, simplemente porque así lo quiso. Tenía una dignidad imponente. Hablaba poco, muy poco. Era sesudo, seco, patriarcal, no permitía que ningún hijo fumase delante de él, aún los mayores, no por salud, sino por "respeto".

Leía mucho. Periódicos, revistas, novelas, ensayos, historia, y como no tenía muchos libros, a veces los leía de nuevo. Leía varias veces el mismo libro. Enrique nunca se adaptó. Hablaba el portugués muy mal, con cargado acento extranjero, en este caso, chileno. Conversaba con muy poca gente. Nunca fumó, ni bebió. Tenía cara de pocos amigos, pero era sólo el exterior, porque por dentro era una bellísima persona. Estaba muy lejos de ser orgulloso, al contrario, ayudaba mucho a los humildes. Su gran esperanza era volver un día a Chile. Era generoso, pero cerrado, como una ostra. Así era el patriarca de los Elorza en Brasil. Mucha gente ha dicho que está convencida de que Enrique Elorza Díaz era un individuo superior, que no calzaba bien con la ignorancia generalizada que lo rodeaba.

6. La Pieza Secreta de la Casa
Tenía un cuarto en la casa, al que sólo él entraba. Siempre lo mantenía con llave. Allí guardaba sus escritos, sus libros, sus periódicos; allí estaban también las cartas que recibía y copias de las que escribía. Coleccionaba piedras a las que daba un gran valor, viviendo convencido de que eran muestras de minerales y de minas sólo por él conocidos y de gran riqueza. Tal vez, en parte, tuviese razón.

Cuando Enrique murió esta pieza fue profanada. La colección enorme de piedras y de muestras minerales fue dispersada y destruida. Como escribía mucho aunque nunca publicó nada, seguramente sobre asuntos políticos, sobre minería (que era un tema preferido para él, o sobre proyectos que tenía, amontonaba todo lo que iba escribiendo y lo guardaba, ordenadamente. Doña Asunta mandó quemar todo y no quedó ni siquiera una hoja para ver su letra. Es una pena, porque este cuarto representaba una parte importante de la vida de Enrique, especialmente en la época en que ya no trabajaba en el campo, pasando gran parte de su tiempo metido en él. En general, la gente simple tiene miedo de todo lo que no entiende, de esta fase misteriosa de Enrique Elorza Díaz, donde el hecho de ser masón juega un papel importante. Esta gente, que sentía recelo, miedo, desconfianza, duda, de esta parte, respiró aliviada cuando el fuego terminó con todo.

7. Las Enfermedades y la Muerte
Enrique tenía cataratas, de las que se operó en 1928, en la ciudad de São Paulo, adonde viajó con esta finalidad. Doña Asunta decía que las cataratas le vinieron de tanto leer cosas peligrosas e inútiles.

Más tarde, Enrique contrajo la malaria, o fiebre palúdica, que después de muchos años, y ocho crisis, lo llevó a la muerte. La enfermedad volvía siempre y atacaba el intestino. Pereció de disentería dijeron. Enrique Elorza Díaz murió en Pirajuí y está enterrado en el cementerio de la ciudad. Fue en 1948, cuando ya tenía 83 años. Murió suspirando por volver a Chile, donde nunca consiguió ir. Su esposa, Doña Asunta, como era bastante más joven, falleció en 1964, con 84 años, en la ciudad de Osvaldo Cruz (también en el Estado), siendo trasladada a Pirajuí, donde los dos descansan juntos.

II. MI BISABUELO FÉLIX

Félix miraba acercarse el puerto de Coquimbo, donde pronto desembarcarían, desde la cubierta del velero que, luego de azarosos meses de navegación, lo había traído hasta Chile, donde esperaba iniciar su vida de adulto, ya que a la sazón aún no cumplía los veinticinco años, que era la que se requería en esos tiempos para ser considerado mayor de edad. Félix había nacido en 1835 en la villa de Oñate, provincia de Guipúzcoa de Vasconia al norte de España. Fueron sus padres Don Joaquín Elorza Mendizábal y Doña María Josefa de Cortabarría. Muy joven quedó huérfano de padre.

Su apellido, que llevaba a mucha honra, era uno de los más tradicionales de las vascongadas, remontándose sus ascendientes directos, según la genealogía que había conservado su padre, a principios del siglo IX. Según un Diccionario Histórico, Genealógico y Heráldico , que en alguna oportunidad estuvo en sus manos decía "... La ilustre familia que se distingue en España con el apellido Elorza, trae su origen, según todos los genealogistas y cronistas, del Señorío de Vizcaya, en el cual, desde el tiempo de los primeros Señores Soberanos Don Eudón, Don Zeno, y Don Zuría, floreció este linaje en Guipúzcoa, habiendo las primeras señales de su existencia allá por los años de 864, gobernando el Reino de León, don Alonso III, llamado El Magno...”

La antigua Villa de Oñate, ahora una pequeña y severa ciudad que ha sabido conservar el casco histórico y guardar su patrimonio arquitectónico en que destacan, entre muchas otras construcciones de la época del Renacimientos, el Monasterio de Bidaurreta, las Torres de Lazárraga, los claustros de la Iglesia de San Miguel, el mausoleo del obispo Mercado de Zuazola, y la plateresca Universidad. de Oñate. Del siglo XVIII, como también del siglo XIX son el pórtico de su iglesia y la fachada de su Casa Consistorial.

Las casas blasonadas -una de ellas la de los Antía y otra la de los Madinabeitia- están en perfecto estado de conservación a pesar de los siglos transcurridos desde que fueron construidas. Situadas en la docena de pequeñas barriadas, o en las plazas recoletas y románticas, se encuentran típicas calles de un tiempo que ya pasó, y donde todavía es posible localizar los solares de los infanzones. También puede verse en la parte alta del Palacio, el escudo de armas -o blasón- del infanzón que dio nombre a la casona que sirve actualmente para albergar la Municipalidad.

Oñate es conocida hoy en día como la Toledo Vasca y, también, como la Salamanca del País Vasco por su Universidad. También se la designa como la "Villa Santa del Carlismo", por haber sido Corte (Cámara de Diputados) y Cuartel Real durante las guerras carlistas.

En otros tiempos, cuando la villa era más importante, allá por 1545, abrió su propia universidad que tenía las facultades de filosofía, cánones, medicina, teología y leyes, seguramente por el apoyo que le prestó el Cardenal Cisneros (Primer Ministro y después Regente) al obispo de la Villa, llamado Don Rodrigo Mercado de Zuazola, de quien era muy amigo.

La Universidad del Sancti Spíritus, que así se llamaba, vivió en estado de penurias financieras durante mucho tiempo, situación que se agravó en el siglo XVII, paralizando casi todos sus estudios en el siglo XVIII. De aquí que Félix no siguió estudios universitarios. La Universidad, cuyo edificio aún subsiste, es el mejor monumento de Oñate, digno de Toledo o Salamanca.

Félix aún no tenía muy claro porqué había decidido emigrar tan pronto de España, dejando atrás la vida plácida, algo monótona y sin mayores expectativas que llevaba en Oñate, su villa natal. Recordaba que siendo muy joven aún, se le había metido en la cabeza que su destino estaba en el continente americano, pero no en Argentina, Uruguay, Brasil o Cuba, adonde se dirigía la mayoría de los españoles que emigraban a América en su época, sino en Chile, país en el que había estado por dos años (aunque de esto hacía ya casi 70) su antepasado y héroe nacional, el almirante Cosme de Churruca y Elorza, muerto en la batalla de Trafalgar

Hacer realidad esta idea significaría, seguramente, apartarse para siempre de su familia, de sus amigos y de su ambiente; no ver nunca más las calles y casas de Oñate, ni los muros de la casa solariega de los Elorza, que tanto amaba, pero estaba dispuesto a dar ese paso radical.

Le costó que su madre aceptara su idea de marcharse al extranjero, pues quedaría sola con Juan, hermano menor de Félix. En todo, caso antes de emigrar y por ser menor de edad debía, de acuerdo con la legislación de la época, certificar que no tenía juicios ni litigios ni deudas pendientes. Para ello su tío Juan José Elorza y dos testigos, concurrieron ante el Escribano Real, Don Juan José de Alzate, en Oñate, el día 4 de octubre de 1858, para certificar la autorización familiar y extender la Carta de Fianza correspondiente.

Cuatro años después de haber llegado a Chile, a la edad de 27 años, Félix contrajo matrimonio con la chilena Doña Juana Díaz, mi bisabuela materna de la que -a pesar de todos los esfuerzos hechos- no ha sido posible conseguir su segundo apellido y muchos otros datos sobre ella que habría sido de interés consignar. Doña Juana nació alrededor de 1840, probablemente en La Serena. Por lo tanto era unos cinco años más joven que Félix. Cuando se casó tenía 22 años y el matrimonio seguramente se celebró en La Serena.

Félix, posteriormente se trasladó con su familia a Mincha, ciudad pequeña y rural, que queda como a 200 kilómetros al sur de La Serena y a 200 kilómetros al norte de Valparaíso, donde dio inicio a un nuevo capítulo de su vida.

El matrimonio de Félix con Juana alcanzó a tener tres hijos: Francisco, Enrique y Felisa. Cuando Felisa (femenino de Félix) tenía un año de edad, su madre Doña Juana que ya tenía 27 años falleció en Illapel, a donde seguramente fue llevada porque era y es una ciudad mucho mayor que Mincha, con médicos y hospital. Probablemente murió víctima de la viruela, ya que según Sergio Villalobos, "periódicas epidemias de cólera o de viruelas, como las de 1865, 1872 y 1888-89 producían catástrofes de consideración".

Contaba nuestro tío materno don Guillermo Elorza Hozvén, nieto de don Felix, que cuando éste enviudó, le debía mucha plata a un señor Monardes, por negocios que ambos tenían en Mincha. Sin explicar mucho, este señor le habría sugerido que se casara con una de sus tres hijas. A don Félix no le pareció mal la idea y fijó sus ojos en la mayor, llamada Eladia. Pero después de un tiempo, le dijo al señor Monardes que la que más le gustaba era la menor -Andrea, de 15 años- con quien le gustaría casarse. El padre le respondió que también podría ser, si bien Andrea nada sabía de bordar, cocinar o tejer, por lo que pensaba que no sería una buena esposa, pero que si Félix así lo quería, que así fuere.

Fuera como fuese, el hecho es que Félix Elorza Cortabarría, que ya usaba una abundante, espesa barba negra, muy vasca, se casó en segundas nupcias un año después de quedar viudo, en 1868, cuando él ya tenía 33 años, con Doña Andrea Monardes, que en ese momento tenía apenas 15 años. Ella había nacido hacia 1853 en Monte Grande, Valle del Elqui, mismo pueblo donde después nacería Gabriela Mistral, y donde está sepultada.

Félix y Andrea tuvieron ocho hijos: María Josefa, Zoraida, Eloisa, Félix, Ramón, Joaquín, Margarita y José, a varios de los cuales alcanzamos a conocer como nuestros tíos viejos Monardes cuando éramos niños.

Félix viajaba mucho a Valparaíso y a Santiago. Una vez viajó a España, con uno de sus hijos, que también se llamaba Félix. Seguramente estuvo en el País Vasco, en Oñate. Una vez allá, recibió la noticia de que su mujer, doña Andrea, estaba muy enferma. Dejó rápidamente instalado a su hijo en una universidad, que posiblemente haya sido la de Salamanca, o la de Alcalá de Henares, estudiando derecho, y volvió junto a su esposa.

En lo fundamental, en las décadas de 1860 y 1870, Chile era un país que sustentaba su economía en el cobre, tal como ahora, que lo exportaba principalmente a Inglaterra y en menores cantidades a Estados Unidos, si bien que también exportaba trigo y harina a los mercados europeos, y bastante menos a todos los otros mercados, como cebada, charqui, grasa, carne salada, cueros y maderas. Un país que compraba mucho, especialmente de estos últimos, era Perú. En la Guerra del Pacífico, comenzada en 1879, esto se cortó bruscamente, y la empresa de Félix sufrió las consecuencias, compensado esto, en parte, por el hecho que el ejército chileno era alimentado preferentemente de carne salada y charqui.

Félix Elorza Cortabarría murió repentinamente de un ataque cerebral el 28 de junio de 1890, cuando tenía sólo 55 años. Falleció en Mincha y está sepultado en la Iglesia de la misma ciudad, en la existe una lápida grande, de mármol, de unos 60 por 150 centímetros en la que se lee que Félix Elorza Contabarría murió en Mincha el 28 de junio de 1890, a los 52 años y que esta allí sepultado. En esos tiempos los que podían comprar un espacio dentro de la Iglesia, lo compraban y eran sepultados allí. El grueso de la gente iba a dar con sus huesos en los camposantos que rodeaban los templos, en calidad de cementerios parroquiales. En la lápida se lee que había nacido en España, en la provincia de Vizcaya, lo que está completamente equivocado, pues nació en la Villa de Oñate, que queda en la provincia de Guipúzcoa, al lado de la provincia de Vizcaya. En esto no hay duda.

Esto despierta más sospechas sobre la veracidad de lo que dice esta placa, que fue colocada años después de su muerte. Si está tan claramente errada en cuanto a la provincia en que nació, también estaría equivocada respecto a la edad que según se dice ahí que tenía cuando murió, que no serían 52, sino 55 años, según documentos como la "Carta de Fianza", y el certificado de bautismo, que nos merecen mayor credibilidad que la placa en cuestión.

I. PREAMBULO

Los descendientes de don Félix Elorza Cortabarría, vasco llegado a Chile desde España en 1858, forman hoy numerosas familias que llevan su apellido. Mi hermano Waldo, (q.e.p.d.), llevó a cabo durante muchos años una interesante y acuciosa investigación sobre los Elorza, en la perspectiva de sus orígenes vascos. Con la información lograda escribió un libro de unas trescientas páginas que llamó ".De los Vascos y los Elorza", que desgraciadamente no alcanzó a ser publicado.

Colaboré con él en la edición de su libro, por lo que estoy bien familiarizado con su contenido y con el valor que tiene, en especial para los muchos Elorza descendientes de don Félix, que residen en nuestro país. Considerando que el esfuerzo de mi hermano no debería perderse en el olvido, creí oportuno preparar con la información que él reunió, este trabajo que procuraré hacer llegar a nuestros parientes Elorza en Chile y Brasil , como una contribución al mejor conocimiento de nuestras raíces y, desde luego, como un postrer homenaje a Waldo.

Para dar término a este preámbulo creo que corresponde una última observación que no es vanal. El libro de mi hermano -lo mismo que este trabajo- no han tenido ni tienen otro propósito que mostrar algunas características de los vascos como grupo humano y cultural, y destacar los muchos de ellos que salieron de su tierra natal, y se asentaron en el Nuevo Continente, en especial en Chile, formando nuevas familias y, como fue el caso de Félix Elorza Cortabarría, de la lejana villa de Oñate. Dos de sus hijos, de su primera esposa dieron origen a sendas ramas Elorza, en Chile: los Elorza Díaz y los Elorza Monardes. Desde luego su caso no es único ni talvez el más destacado, pero es el de nuestro bisabuelo... que dio origen a nuestra familia en el país. Por eso vale la pena recordarlo.

En este punto debo destacar la gratitud cariñosa que Waldo sentía de un modo muy especial, por nuestros viejos tíos y tías maternas, en particular por el tío Guillermo, la tía Berta, la tía Carmela y, desde luego, por nuestra madre, que ya no están con nosotros. Sus evocaciones, fotografías y antiguas cartas, que se fueron desempolvando en muchas conversaciones a lo largo del tiempo, constituyeron un estímulo para Waldo y fueron la base principal de sus escritos. Igual gratitud manifestaba también a los muchos parientes, tanto en Chile como en Brasil, que aportaron sus recuerdos personales, enriqueciendo este trabajo, dándoles un cierto sabor a tradición oral.
Con mi hermano nos llevábamos poco más de un año en edad. Era de carácter alegre y comunicativo, cualidad que conservó a lo largo de su azarosa vida. Una larga y rebelde enfermedad que lo afectó cuando aún era muy joven, lo obligó a interrumpir sus estudios secundarios, que posteriormente terminó, y le impidió seguir estudios superiores después. Ello no fue obstáculo, sin embargo, para adquirir una amplia cultura, ya que desde muy joven fue un lector infatigable y un escritor aficionado ameno, veta cultural que desgraciadamente no explotó. Caí en cuenta de que poseía esta cualidad cuando siendo muy joven aún, viajó por Europa con un grupo juvenil, pues sus cartas a la familia describían con viveza las incidencias del viaje, tanto que en algún momento pensé que estaría escribiendo un diario de viaje. No fue así y yo, desgraciadamente, no conservé aquellas cartas. Posteriormente contrajo matrimonio con Ligya de Souza Leao, joven abogada brasileña de gran sensibilidad cultural, a quien conoció en el viaje anteriormente mencionado. Desde entonces vivió en Sao Paulo, donde trabajó en varios bancos, tal como había hecho cuando vivía en Santiago.

Su vida en Brasil podría caracterizarse por tres facetas. En primer lugar su trabajo social con la comunidad chilena en esa ciudad, para lo cual fundó una asociación que fue muy activa en su tiempo, de la que fue presidente por muchos años. Debido a estas actividades relacionadas con nuestro país, el gobierno chileno lo nombró Cónsul Honorario en Sao Paulo. Siendo también un poco bohemio, tenía muchas amigas y amigos del mundo del espectáculo y deportivo. Dado su carácter sociable y abierto y su gran cariño por Chile, era para el uno de sus mayores agrados recibir y departir con los muchos chilenos -intelectuales, periodistas, políticos, etc.- que pasaban por Sao Paulo. Ello y sus viajes a Chile, no demasiado frecuentes, lo mantenían en contacto permanente con su país.
En segundo lugar, su curiosidad le hizo notar que había un importante número personas que llevaban el apellido Elorza. Tomó contacto con muchos de ellos, descubriendo que eran descendientes de Enrique Elorza García, hermano de nuestro abuelo Francisco y por tanto su tío abuelo, cuyo espíritu aventurero lo había impulsado a iniciar, a fines de 1888 o principios de 1890, un viaje por toda América -saga que se narra más adelante en este trabajo- que terminó en Sao Paulo, donde se casó, dando origen a un numerosa descendencia en ese país.
Waldo vivía solo en Sao Paulo, pues se había separado de su esposa años atrás, dedicado más que nada a escribir. Durante los últimos años sufrió un accidente vascular, lo que limitó sus capacidades para escribir y desplazarse, de manera creciente. Sus hermanos lo trajimos a Chile, donde luego de unos pocos años falleció. Está sepultado en el Cementerio Parque de Santiago,
La investigación de Waldo sobre los Elorza, del entorno territorial y la época histórica en que vivieron fue extensa y acuciosa. Aunque trabajó sin la rigurosidad y método de un historiador -ya que él no lo era- sus resultados fueron bastante completos.

Pedro Oyanguren C. del Centro Vasco de Santiago, que leyó el libro, le escribió "que realizarlo en las condiciones que lo hizo tiene para Ud. un doble mérito". También le aportó algunos antecedentes sobre la villa de Oñate, de donde es oriundo.
Aparte de las enciclopedias y libros que cita, una de las fuentes más importantes de información para su trabajo fueron los registros genealógicos que lleva la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimas Días con fines relacionados con su religión. En ellos se encuentra, además del nombre de las personas, el lugar y la fecha de su nacimiento.
De estos registros Waldo sacó un número importante de nombres de algunos de los Elorza de los últimos 450 años, que corresponden a los registros de la Parroquia de Oñate, copiados por dicha Iglesia.
En razón de su extensión no se reproduce la lista completa en este trabajo, mencionándose tan sólo aquellos que fueron ascendientes en línea directa de Don Félix Elorza Cortabarría, salvo dos casos por su interés histórico: Fernando Elorza, que aparece en el relato de la Batalla de Las Navas, y el Almirante Cosme Damián Churruca Elorza que murió en la Batalla de Trafalgar
En la edición de este trabajo he procurado ser lo más leal posible al original de Waldo. Espero que mi propósito de transmitir fielmente su pensamiento y consideraciones sobre el origen y desarrollo de las familias Elorza en Chile y Brasil, en su estilo personal, con antecedentes fidedignos que logró reunir a través de una especie de transmisión oral y documentación muy especial, dándole al conjunto, en particular a la vida de Enrique, un cierto tono novelesco, sin perder ni alterar por ello su carácter verídico y sentido.

Para dar término a este preámbulo creo que corresponde una última observación que no es vanal. El libro de mi hermano -lo mismo que este trabajo- no han tenido ni tienen otro propósito que mostrar algunas características de los vascos como grupo humano y cultural y destacar los muchos de ellos que salieron de su tierra natal, asentándose en el Nuevo Continente, en especial en Chile, formando nuevas familias y, como fue el caso de Félix Elorza Cortabarría, de la lejana villa de Oñate, dos de sus hijos de su primera esposa dieron origen a sendas ramas Elorza, en Chile y Brasil. Por cierto que seguramente no es un caso único, pero es el de nuestro bisabuelo que dio origen a nuestra familia en ambos países.


1. La rama de los Elorza de Brasil fue fundada por Enrique Elorza Díaz, hijo de Félix, a quien se refiere el Capítulo IV.3 Enrique Elorza Díaz. Su vida en Brasil


Invitamos a quienes tengan información sobre el apellido o familias Elorza los incorporen a este blog.